“Hable con ella”… Efectivamente, ponerse a hablar con el ordenador (la computadora, que dirían en Latinoamérica) tiene un cierto punto almodovariano, que nos impulsa casi a cerrar la puerta del despacho para que no nos vea nadie (¿qué dirán?... se le ha ido la pinza, hablando con su ordenador…) Tiene, por otro lado, algo de “acto de fe”: “no creo que me reconozca bien, pero voy a darle un voto de confianza…” Sin embargo, la experiencia es francamente interesante. Si bien en las primeras ocasiones el reconocimiento falla algo, sobre todo si uno es más bien inconsistente con su vocalización y sus tonos, como es mi caso, basta una primera experiencia en serio para darse cuenta del enorme ahorro que supone hablar frente a teclear. En mi caso, comencé a utilizar Dragon para la investigación cualitativa, concretamente para la trascripción de entrevistas grabadas en empresas sobre las cuales estoy escribiendo casos. Es una tarea tediosa, pero que es mejor realizar uno mismo porque siempre existe la posibilidad de acordarse de cosas que sucedieron durante la entrevista: guiños, actitudes, interrupciones, frases recogidas con poca claridad por la grabadora, etc. El caso es que las primeras experiencias con el programa fueron un auténtico desafío, no por el número de errores, sino por la persistencia en algunos de ellos (después me enteré que había una manera de practicar específicamente esos errores persistentes… son cosas que pasan cuando uno se lanza sin abrir previamente el manual). Esos errores generaban frustración, y me encontré en varias ocasiones gritándole a un imaginario ente que vivía dentro del ordenador y que se empeñaba en entenderme mal… yo, persona la mar de pacífica… Sin embargo, y a pesar de esos pequeños errores iniciales, me encontré, al finalizar la primera entrevista (quince páginas de trascripción), con que me había llevado aproximadamente una quinta parte del tiempo que me llevaba hacerlo mediante el teclado… ¡una quinta parte, y con el programa a medio entrenar!
En efecto, los rendimientos de productividad son completamente sorprendentes. ¿Algunos consejos? No sea “artesanal”. Estas cosas hay que hacerlas bien, unos buenos auriculares, un muy buen micrófono. Si va a hacer trascripción, hágase con una grabadora específica para ello, con el consabido pedal – yo no lo hice, pero podría haber ahorrado indudablemente más tiempo –. Es “interesante” leerse el manual antes de empezar, porque hay una inmensidad de trucos interesantes que sólo el manual o un usuario ya experto podrán decirle. Y, finalmente, sea natural. No se “imponga” el uso, introdúzcalo simplemente en donde le parezca razonable hacerlo. Yo, por ejemplo, aún no he sido capaz de empezar a dictar en trabajos creativos, como escribir un artículo o un ensayo. Sin embargo, me negaría en redondo a transcribir sin el programa. Pero, visto lo visto, no tengo la menor duda de que hablar, y no teclear, será algo que acabaremos haciendo todos con nuestros ordenadores para prácticamente todas las tareas. Y en algunos colectivos en concreto, seguramente de manera muy rápida.
Enrique Dans